NEH
¿Oyes cómo llueve?
La rabia de la tormenta parece querer borrar la ciudad.
Quizá algún niño llora ahora porque tiene miedo de los truenos.
Me gusta oír las gotas cayendo con fuerza sobre la barandilla del balcón, salpicando los cristales.
Cada vez llueve más.
No me moja esta lluvia y sin embargo limpia mi alma.
Ha refrescado.
El calor pegajoso de los últimos días se ha evaporado como por arte de magia y con él se ha llevado otras cosas.
Me queda este presente que me cerca, y ese futuro que intuyo.
Mi pasado, algunas veces olvidado, fue limón amargo o melocotón jugoso. Pino verde y melancolía negra.
¿Qué será de nosotros cuando el silencio tome el lugar a la palabra?
¿Qué será de nosotros cuando el romero no florezca en tu casa y mis besos ya no signifiquen nada?
Afuera la tormenta me recuerda que ayer calentaba el sol.
Sencillo y precioso
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🙂 Gracias, Eva.
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Tu poesía me desató una tormenta/vendaval. ¿Será que atravieso esos tiempos? (Dejo mi biografía trunca).
Un gran abrazo.
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Después de la lluvia siempre llega la calma, Verónica, y parece que el sol luce entonces más brillante 😉
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Precioso este poema de la lluvia que nos habla interiormente… Me ha gustado mucho.
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Gracias, Julie, aunque no llega a poema. Se queda en reflexión poética, que ya es mucho 😉
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