En un pequeño templo perdido en la montaña, cuatro monjes hacían za-zen. Habían decidido hacer una sesshin en silencio absoluto. La primera noche, durante el za-zen, la vela se apagó, quedando el dojo sumido en una oscuridad profunda. El monje más nuevo dijo a media voz: “¡Acaba de apagarse la bujía!”
El segundo respondió:
“¡No debes hablar, se trata de una sesshin de silencio total!”
El tercero añadió:
“¿Por qué habláis? ¡Debemos callarnos y permanecer silenciosos!”
El cuarto, que era el responsable de la sesshin, concluyó:
“Sois estúpidos y malos. Soy el único que no ha hablado!