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Es dueño de sí mismo, y satisfecho
llámese aquel que al fin de cada día
pueda decir «Viví». Que el sumo padre
vele mañana el cielo en negras nubes,
o ábralo al sol, no hará que no haya sido
lo que ya fue, ni que, volviendo, quite
la hora fugaz lo que una vez nos trajo.
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