La náusea

 

Jean-Paul Sartre (1905-1980)

Acaso, después de todo, fue una ligera crisis de locura. Ya no quedan rastros. Hoy los extraños sentimientos de la otra semana me parecen muy ridículos; ya no me convencen.

***

¿Me despertaré dentro de algunos meses, dentro de algunos años roto, decepcionado, en medio de nuevas ruinas? Quisiera ver claro en mí, antes de que sea demasiado tarde.

***

¡Qué importancia conceden, dios mío, al hecho de pensar todos juntos las mismas cosas!

***

Me admira cómo se puede mentir poniendo a la razón de parte de uno.

***

Las tres. Las tres, siempre es demasiado tarde o demasiado temprano para lo que uno quiere hacer. Momento absurdo de la tarde.

***

Que ocupación absurda: no parece un juego, ni un rito, ni una costumbre. Creo que lo hacen para llenar el tiempo simplemente. Pero el tiempo es demasiado ancho, no se deja llenar. Todo lo que uno sumerge en él se ablanda y se estira.

***

Para que el suceso más trivial se convierta en aventura, es necesario y suficiente contarlo. Esto es lo que engaña a la gente; el hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y de las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si la contara. Pero hay que escoger: o vivir o contar.

***

Cuando uno vive, no sucede nada. Los decorados cambian, la gente entra y sale, eso es todo. Nunca hay comienzos. Los días se añaden a los días sin ton ni son, en una suma interminable y monótona… Esto es vivir. Pero al contar la vida, todo cambia; solo que es un cambio que nadie nota.

***

Todo puede producirse, todo puede suceder.

***

De golpe existían y después, de golpe, no existían: la existencia no tiene memoria. No conserva nada de los desaparecidos ni siquiera un recuerdo.

***

Todo lo que existe nace sin razón, se prolonga por debilidad y muere por casualidad.

***

Necesito que existas y que no cambies.

***

Me sobrevivo.

***

Tomarla en mis brazos… ¿Para qué? ¡No puedo hacer nada por ella! Está sola como yo.

***

Y de este sol, de esta tarde, no quedará nada. Ni siquiera un recuerdo. Toda mi vida está detrás de mí. La veo entera, veo su forma, veo los lentos movimientos que me han traído hasta aquí. Hay pocas cosas que decir de ella: una partida perdida, eso es todo.

***

Comer, dormir. Dormir, comer. Existir lentamente, dulcemente, como esos árboles, como un charco de agua, como el asiento rojo del tranvía.

***

Son apacibles, un poco taciturnos. Piensan en mañana, es decir, simplemente en un nuevo hoy; las ciudades solo disponen de una sola jornada que se repite, muy parecida todas las mañanas. Apenas la adornan un poco los domingos. Imbéciles. Me repugna pensar que volveré a ver sus caras gruesas y tranquilas. Legislan. Escriben novelas populistas. Se casan. Cometen la extrema estupidez de tener hijos.

***

Uno de estos días me vas a echar de menos.

***

Y yo también quise ser. Fue lo único que quise; esta es la clave del asunto, veo claro en el aparente desorden de mi vida: en el fondo de todas esas tentativas que parecían sin relación. Encuentro el mismo deseo: arrojar fuera de mi la existencia, vaciar los instantes de su grasa, torcerlos, desecarlos,  purificarme, endurecerme, para dar al fin el sentido neto y preciso de una nota de saxofón.

***

Mañana lloverá en Bouville.

3 Respuestas a “La náusea

  1. Excelente entrada, querida amiga. Gracias.
    Que tengas una bella semana.
    Abrazo grande.

    Me gusta

Los comentarios están cerrados.